Calzado FION y Guayana: Una cosecha con sabor ITALO-VENEZOLANO
Joven estudiante, familiar, deportista, músico, dibujante, admirador de las artes…
Nada existe, a día de hoy, que se alce como el mayor exponente del compromiso, la dedicación y el compañerismo venezolano que la ciudad que hoy se levanta al norte del estado Bolívar, pilar fundamental en la economía criolla: Ciudad Guayana. Todo esto y la deslumbrante realidad que el astro rey a diario dibuja en el semblante de quienes forman parte de magno cuerpo, lleva a una misma línea de pensamiento, la que, seductora, describe el particular descenso de la ambrosia sobre los labios de la economía y la hermandad en Venezuela. Cumpliendo con la infalible ley de la naturaleza, Ciudad Guayana irrefutablemente nació e indiscutiblemente creció y sigue creciendo, pues, a diferencia de añejos estandartes alrededor del globo, Guayana es joven, moza, y con un potencial todavía en descubrimiento.
Similar a un oasis en el desierto, la recién nacida llamó la atención de los médicos que la vieron abrir sus ojos por primera vez. Agraciada, sin duda, perfecta en todas sus dimensiones y fructífera, una lozana tierra que pedía a gritos una siembra a gran escala. Un entorno con aquellas características no demoraría en captar el interés de distintas nacionalidades, culturas que, hoy en día, forman una bonita simbiosis en la idiosincrasia guayanesa. Es en esta transculturización, nada más que la suma en cadena de tantos factores añadiéndose a la ecuación, que empresas lograron echar raíces en la virginidad de la ciudad, y Calzado FION, C.A., fue afortunada al formar parte de este selecto grupo.
Italia corría por sus venas, FION era su nombre y Venezuela no escatimó en gastos para pronto ser su apellido; sus pasos, férreos, no menos solícitos y asertivos, dejan la estela tras de sí sobre este testimonio. Su lema “Con pasos firmes sobre todas las naciones”, hace eco de un mensaje de advertencia: la niña había crecido, ahora convertíase en toda una hermosa mujer. Esta era diferente a todas las demás, de cabello tricolor, trabajadora, piel bronceada, de hermosa voz capaz de hablar un elocuente español, y un elegante italiano, una exquisita facilidad para el discurso y un dominio soberbio del escenario industrial. ¿Cómo fue posible todo esto? El Rey Salomón lo resalta en el libro de los Proverbios “…instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. Si su porte al caminar, sus largas y firmes zancadas, si el grácil vaivén de sus brazos era motivo de admiración entre la comidilla de sus vecinas, fue porque hubo alguien que dedicó su vida a enseñarle el cómo debía de hacerlo. Si el “buenos días” que pronuncia en perfecto italiano propicia un gesto igual de agradable en respuesta, fue porque existió un individuo que derramó sangre, sudor y lágrimas sobre tan amada tierra para que así fuera. Este personaje es el padre de semejante belleza, de nombre y apellido, que fácilmente puede ser hallado todas las mañanas al usted mirarse al espejo.
Sin embargo, la joven debía crecer, y dar de lo que le fue dado. Ahora era toda una adulta y cumpliendo con la infalible ley de la naturaleza, llegaría el esperado día en el que debía dar a luz con tal de que el legado que su padre le dejó perdurase en el tiempo. Esos hijos son igual o incluso más hermosos que su madre, igual o más respetables que su padre: el fruto de su trabajo, la cosecha de aquella siembra hecha hace más de 60 años y el saber que, una vez ha sido capacitada, la hermosa mujer, ahora madre, es capaz de no solo impactar a su nación, sino dar de beber, con su oratoria, su porte y sus firmes pasos, a otras que necesiten de aquella producción en la tierra que la vio nacer.
CALZADO FION: CON PASOS FIRMES SOBRE TODAS LAS NACIONES