El Internet en Nuestras Vidas

Joven estudiante, familiar, deportista, músico, dibujante, admirador de las artes…
«El internet no es solo una herramienta, es un utensilio que pasa a ser una prolongación de nuestro cuerpo.» de Más información, menos conocimiento Mario Vargas Llosa.
La premisa de este fragmento figura en extremo sencilla: si usted, por la causa que sea, pierde un pulmón, todo su cuerpo se verá afectado. Si, por el motivo pertinente, un brazo se despega de la fuente, ciertamente vivirá, mas no con las mismas facilidades. De este mismo modo, hace mucho tiempo que el internet dejó de ser un mero lujo al que solo unos cuantos, escogidos de un puñado, tenían acceso, para convertirse en un injerto desde la raíz en el diario vivir del individuo situación similar a la que ocurrió con los latinos que, por ejemplo, dominasen el inglés a mediados del siglo pasado.
Las muchas ventajas de este fruto nacido de dos árboles de distinta naturaleza fueron, sin ninguna duda, el detonante de esta situación, al que más tarde se le sumaría el factor hipnótico de la, a veces ambiguamente definida, recreación. Y es que, incluso desde un punto de vista crítico y mordaz, resulta imposible pasar por alto que, lo que antes traducíase en días para enviar una misiva de un país a otro, ahora la magia de unos cuantos botones lo convierten en una travesía de segundos. Son muchos, pues, los nutrientes que este dispone.
Sin embargo; sombra sin luz es solo un abismo, y luz sin sombra solo enceguece. Así como el árbol da buenos frutos, también hay los que se pudren, los que, a largo plazo, causan indigestión. Son las múltiples facilidades, las que han orillado a la sociedad a la constante “modernización” de su entorno, pues, al día de hoy, el estar sin internet resulta causar el mismo dolor que perder el hígado sencillamente porque sería impensable volver a aquellos tiempos donde todas estas facilidades no existieron. Gracias a esta situación, acertado es viajar por la corriente que considera al individuo moderno, incapaz y presa fácil, inepto en el tiempo de nuestros ancestros nómadas y cazadores; asimismo, estos últimos caerían cautivos en la locura si se cumpliese lo opuesto, pues los tiempos fueron y serán, completamente, diferentes, así también las herramientas de las que se dispone. Esta situación de dependencia no es, en realidad, nada digno de sorpresa. El comportamiento humano siempre ha tendido a aferrarse y depender de aquello que resulte novedoso y conveniente. Lo hizo con la radio y el televisor. Lo hizo con Johannes Gutenberg y el descubrimiento de la imprenta en el lejano siglo XV. Y siguiendo este peculiar patrón, quién sabe si, en un futuro, surja algo que logre llevar al internet a un segundo plano.
Tan fuertes y capaces como para expandir nuestro universo con nuestras propias manos. Tan débiles e insuficientes como para depender de las invenciones tal y como lo haría alguien que ha perdido un pulmón.