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Rodolfo Saglimbeni: un embajador de la cultura ítalo-venezolana en el mundo

Rodolfo Saglimbeni: un embajador de la cultura ítalo-venezolana en el mundo

La dicha de estar haciendo lo que te gusta y que eso, a su vez, sea en lo que trabajas para mantenerte, es realmente un tesoro que pocos logran alcanzar en la vida. Uno de los afortunados en llegar a ese estado es el director de orquesta ítalo-venezolano, Rodolfo Saglimbeni Muñoz. 

Pero el éxito es algo que no llega solo, sino más bien se inculca desde el seno del hogar con el ejemplo de los padres. El maestro Saglimbeni rememora desde Chile -uno de los países en los que trabaja- su natal Barquisimeto y el hogar que su padre, Fillipo Saglimbeni, y su madre crearon para él y sus hermanos, combinando las costumbres de Italia y España, basándose siempre en la unión familiar.

Desde la provincia de Mesina, en Sicilia, su padre llegó a Venezuela en 1952 primero a Caracas, luego a Valencia -donde conoció a su esposa- y posteriormente establecerse en Barquisimeto, donde el “sincretismo” de ambas culturas se hizo evidente y creció de una forma armónica.

Con orgullo, el maestro Saglimbeni recuerda que su papá tuvo orígenes muy humildes y estando en Venezuela se fue formando. Hizo de todo: fue albañil, constructor, vendedor de seguros y decorador, entre otras cosas, con un amor intenso por la música, que si bien fue un valor que inculcó con paciencia y disciplina en sus hijos, fue algo que a él le hubiera gustado estudiar.

“Nos sentimos muy privilegiados de haber sido guiado por él, que realmente nos dio una estabilidad a todos que perdura todavía para nuestros descendientes; ya digo de nuestros hijos también y además una cosa que sí sentimos que fue muy importante: fue una persona que siempre entendió que había que ir hacia adelante, que el conocimiento era muy importante, una persona que se preocupó por estudiar y en Barquisimeto, además de su trabajo; él era decorador. Es un hombre que estudió mucho para lograr cosas importantes dentro de lo que era su ámbito”, rememora.

Destaca que su padre siempre tuvo el espíritu altruista y se involucraba en acciones filantrópicas, como por ejemplo en la Asociación de Clubes Italianos en Barquisimeto, y ocupando la presidencia del Rotary Club internacional en la ciudad crepuscular.

Una de las cosas que cuenta el maestro Saglimbeni es la constancia y perseverancia que su padre tenía y que desde pequeño practicó en su natal, Sicilia. Al citarlo, relata que en la niñez de su progenitor había una banda en el pueblo, donde su papá -el abuelo del maestro Rodolfo- tocaba de una manera empírica y le enseñó percusión.

Al llegar a Venezuela, buscó aprender a tocar piano, pero las diversas responsabilidades le fueron alejando de esos estudios, pero sí lo inculcó la música italiana. Incluso, escuchaba óperas en casa. Tanto era ese amor por la música que bautizó al maestro Saglimbeni como Roberto, porque ese era el nombre del personaje principal de la obra de Giacomo Puccini.

“Mis hermanos y yo tocamos el acordeón. Hicimos un dúo de acordeón bastante exitoso en Barquisimeto, donde vivimos más de 150 conciertos en Barquisimeto y en los alrededores durante nuestra juventud. O sea, cuando estábamos adolescentes, realmente hicimos giras auspiciados por la Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado y ese afán por la música hacía que él, por ejemplo, que no leía música, pero ya de viejo cuando empezamos nosotros a estudiar música, se puso a estudiar música con nosotros para así de alguna manera incentivarnos, a que nosotros estudiáramos todo esto por una persona muy preocupada por todo eso”, destaca.

Asegura que Filippo, su padre, hizo como muchos otros connacionales que vinieron a estas tierras. Se nacionalizó como venezolanos y adoptó este país como el suyo propio.

Comenta que cuando eran pequeños, los envió a conocer a sus abuelos en Italia y a medida de tener un poco más de recursos, invertía en viajes -tanto en Venezuela como en el extranjero- para compartir en familia, pero a la vez de hacer esos recorridos de conocimiento combinados con placer.

Una fecha que cambia la vida

Ese ejemplo de constancia, disciplina y perseverancia, al igual que en el interés de brindarles una buena educación, también se transmitió a toda la familia. El maestro Rodolfo subraya que su esposa, hijos y sobrinos se decantaron por la música.

Con el advenimiento de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil en el año 1975 llegó una oportunidad de oro para el entonces joven Roberto porque dos años más tarde, según nos cuenta, estando en el Conservatorio Vicente Emilio Sojo de Barquisimeto estudiando, les dijeron que iba a haber una presentación de la mencionada orquesta al día siguiente.

Él y otros muchachos fueron al Teatro Juárez para ver por primera vez una puesta en escena de tal calibre porque fue “fundamental” para él, ya que fue un momento trascendental y decisivo. Manifiesta que Abreu “iba sembrando orquestas” en todo el país.

En ese sentido, después del concierto les notificaron que iban a reunir a todos los músicos del conservatorio con el maestro José Antonio Abreu para tocar bajo su dirección, lo que causó ilusión y los llenó de alegría. En esa jornada se les prometió varias cosas como instructores, viajes a Caracas y al exterior, cosa que sucedió.

La pasión por la música, aunado a las ganas de aprender junto a disciplina, constancia y perseverancia que le fueron inculcadas en casa, Rodolfo Saglimbeni se embargó en la aventura más grandiosa dentro del mundo de la música. Tanto que rememora con alegría que después de clases, comía rápido e iba a la Orquesta de Barquisimeto a ensayar y a tocar toda la tarde, con lo que su vida empezó a dar giro muy positivo.

Su talento permitió ser seleccionado en ese pequeño grupo que viajaba a Caracas a recibir más clases, entre ellas de dirección con Eduardo Marturet. Después de recibir estas inducciones y conocimiento, su deber era propagarlo. Por ello, tras recibir clases se regresaba a Quibor y El Tocuyo a enseñar lo que había aprendido.

“Al día siguiente de que me dieron mi diploma de bachiller, yo ya estaba yéndome a Caracas, a vivir en Caracas a ser parte de la Orquesta Sinfónica de Caracas, con la Filarmónica de Caracas, con el maestro Aldemaro Romero ahí hice un concurso de dirección de orquesta y quedé como director asistente (…) después ellos me dieron una plataforma para que el que el contrato que me dieron por un año se convirtiera en una beca y entonces me fui a Inglaterra a estudiar”, menciona.

“Fueron cosas que no las busqué. Se presentaron y aproveché el momento”, puntualiza.

A sus 40 años de carrera se siente feliz por sus logros alcanzados y actualmente tiene una agenda muy apretada, combinando Caracas, Santiago de Chile y Londres como destinos para vivir.

En perspectiva            

Cuenta que el hecho de ser ítalo-venezolano hizo que la atención de la comunidad estuviera muy pendiente de su desempeño e incluso, indicó que la Embajada de Italia siguió su carrera. “De hecho fui condecorado con la Orden Cavalliere della Stella de Italia”, describe.

Se siente representante tanto de Venezuela como de Italia, señalando que se siente orgulloso de pertenecer a estas dos naciones; al igual que menciona que tiene su conexión importante con la música italiana, sobre todo con la ópera.

Sin embargo, también le gusta escuchar artistas como “Volare” de Doménico Modugno o “Parlami d’Amore Mariu”, de Vittorio De Sica. También dice que disfruta la música de Giuseppe Verdi como La Traviata o Rigoletto. Una sorpresa es que se confiesa amante del bolero. “Yo escucho música clásica, pero cuando la escucho siento que estoy trabajando, así que yo escucho música popular”.

Incluso, actualmente también aprende jazz de la mano de Gerry Weil y, como su padre, estudia junto a sus hijas este género musical.

Tiene un especial agradecimiento y cariño por toda la formación y apoyo que le brindó el maestro Aldemaro Romero, con quien compartió más de 20 años en la Filarmónica de Caracas. En su repertorio musical incluye piezas de la llamada “Onda Nueva”.

El maestro Saglimbeni es uno de esos embajadores de la colonia ítalo-venezolana en el mundo donde a través de su trabajo constante, dedicado, apasionado, hace que sea un referente internacional en el mundo de la música; tanto que sus servicios son requeridos en varios países por eso mismo. “Venezuela es una potencia musical, realmente lo es”, asevera.

Una fecha que cambia la vida

Ese ejemplo de constancia, disciplina y perseverancia, al igual que en el interés de brindarles una buena educación también se transmitió a toda la familia. El maestro Rodolfo subraya que su esposa, hijos y sobrinos se decantaron por la música.

Con el advenimiento de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil en el año 1975 llegó una oportunidad de oro para el entonces joven Roberto porque dos años más tarde, según nos cuenta, estando en el Conservatorio Vicente Emilio Sojo de Barquisimeto estudiando les dijeron que iba a haber una presentación de la mencionada orquesta al día siguiente.

Él y otros muchachos fueron al Teatro Juárez para ver por primera vez una puesta en escena de tal calibre porque fue “fundamental” para él, ya que fue un momento trascendental y decisivo. Manifiesta que Abreu “iba sembrando orquestas” en todo el país.

En ese sentido, después del concierto les notificaron que iban a reunir a todos los músicos del conservatorio con el maestro José Antonio Abreu para tocar bajo su dirección, lo que causó ilusión y los llenó de alegría. En esa jornada se les prometió varias cosas como instructores, viajes a Caracas y al exterior, cosa que sucedió.

La pasión por la música, aunado a las ganas de aprender junto a disciplina, constancia y perseverancia que le fueron inculcadas en casa, Rodolfo Samglibeni se embargó en la aventura más grandiosa dentro del mundo de la música. Tanto que rememora con alegría que después de clases, comía rápido e iba a la Orquesta de Barquisimeto a ensayar y a tocar toda la tarde, con lo que su vida empezó a dar giro muy positivo.

Su talento permitió ser seleccionado en ese pequeño grupo que viajaba a Caracas a recibir más clases, entre ellas de dirección con Eduardo Marturet. Después de recibir estas inducciones y conocimiento, su deber era propagarlo. Por ello, tras recibir clases se regresaba a Quibor y El Tocuyo a enseñar lo que había aprendido.

“Al día siguiente de que me dieron mi diploma de bachiller, yo ya estaba yéndome a Caracas, a vivir en Caracas a ser parte de la Orquesta Sinfónica de Caracas, con la Filarmónica de Caracas con el maestro Aldemaro Romero ahí hice un concurso de dirección de orquesta y quedé como director asistente (…) después ellos me dieron una plataforma para que el contrato que me dieron por un año se convirtiera en una beca y entonces me fui a Inglaterra a estudiar”, menciona.

“Fueron cosas que no las busqué. Se presentaron y aproveché el momento”, puntualiza.

A sus 40 años de carrera se siente feliz por sus logros alcanzados y actualmente tiene una agenda muy apretada, combinando Caracas, Santiago de Chile y Londres como destinos para vivir.

En perspectiva

Cuenta que el hecho de ser ítalo-venezolano hizo que la atención de la comunidad estuviera muy pendiente de su desempeño e incluso, indicó que la Embajada de Italia siguió su carrera. “De hecho fui condecorado con la Orden Cavalliere de la Stella de Italia”, describe.

Se siente representante tanto de Venezuela como de Italia, señalando que se siente orgulloso de pertenecer a estas dos naciones; al igual que menciona que tiene su conexión importante con la música italiana, sobre todo con la ópera.

Sin embargo, también le gusta escuchar artistas como “Volare” de Doménico Moduño o “Parlami d’Amore Mariu”, de Vittorio De Sica. También dice que disfruta la música de Giuseppe Verdi como La Traviata o Rigoletto. Una sorpresa es que se confiesa amante del bolero. “Yo escucho música clásica, pero cuando la escucho siento que estoy trabajando, así que yo escucho música popular”.

Incluso, actualmente también aprende jazz de la mano de Gerry Weil y, como su padre, estudia junto a sus hijas este género musical.

Tiene un especial agradecimiento y cariño por toda la formación y apoyo que le brindó el maestro Aldemaro Romero, con quien compartió más de 20 años en la Filarmónica de Caracas. En su repertorio musical incluye piezas de la llamada “Onda Nueva”.

El maestro Samglibeni es uno de esos embajadores de la colonia ítalo-venezolana en el mundo donde a través de su trabajo constante, dedicado, apasionado, hace que sea un referente internacional en el mundo de la música; tanto que sus servicios son requeridos en varios países por eso mismo. “Venezuela es una potencia musical, realmente lo es”, asevera.

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