Giorgia Meloni: Sin Excusas

Periodista – Analista Internacional
Giorgia Meloni, actual representante de la extrema derecha en Italia, se consagró como la nueva titular del Consejo de Ministros del país.
Periodista de profesión y política desde los 15 años de edad, Meloni barrió en los comicios del 25 de septiembre. Aquel domingo, su partido Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia, en español) aglutinó 26% de los apoyos.
La cifra, sumada al 8.8% de la Liga de Matteo Salvini, al 8.1% de Fuerza Italia de Silvio Berlusconi y al 0.9% de otras organizaciones, permitió a la “giornalista” acumular 43.8% de las papeletas electorales.
Tal resultado dejó a la dirigente – y a sus socios de coalición – con una evidente mayoría en el Parlamento. De hecho, el bloque se hizo con 240 escaños en la Cámara de Diputados y con más de 100 puestos en el Senado.
Con los números a su favor, Giorgia Meloni pasó a ser, de forma automática, la primera mujer que llega al cargo de primer ministro, en toda la historia de la Italia republicana.
Su superioridad, indiscutible de momento, también convirtió a su reunión con el presidente Sergio Matarella (de quien recibió el encargo de formar un nuevo Ejecutivo) y a las dos mociones de confianza que enfrentó en el Legislativo en meros requisitos protocolarios.
Más acciones, menos palabras
Cumplidos los formalismos, la lideresa conservadora quedó investida para ejercer funciones como jefe de Gobierno. Su gestión, que tendrá como rival a una izquierda fragmentada, deberá estar desprovista de excusas.
Sabiendo que tiene mayoría parlamentaria, una oposición atomizada y tres décadas en las lides políticas, Meloni no debería poner “peros” al momento de cumplir sus promesas.
Por ahora, la tarea más inmediata es la de resolver o, al menos, contener el entuerto económico que urge a Italia.
La nación, golpeada por la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania y por las distorsiones económicas que dejó la pandemia, hace frente a una inflación que, el mes pasado, aumentó 8.9% de forma interanual.
Para paliar el alza de los precios y garantizar el abastecimiento, Giorgia Meloni ha propuesto “la extracción de gas natural” al sur de la bota italiana.
“Hacen falta medidas a mediano plazo para liberar a Italia de una dependencia energética inaceptable”, comentó a propósito de la importación de gas desde Rusia.
La dirigente también aseguró que su administración priorizará “las medidas de apoyo a los hogares y a las empresas, tanto para la factura energética como para el combustible”.
De igual manera, Meloni ha dicho que la deuda pública (del 145% del producto interior bruto) debe ser superada mediante una estimulación del consumo y no a través de medidas de recorte presupuestario.
En aras de lograr tales objetivos, la ultraderechista está en la obligación de hilar fino. Su cometido ha de ser el de mantener el gasto, sin empeorar el desequilibrio fiscal.
Para ello, la gobernante tendrá que aplicar medidas, cuya implementación inmediata impida la evasión de impuestos. Igualmente, será clave una reforma fiscal que, de salir adelante, establecería alivios o treguas tributarias.
¿Primera ministra o presidente?
En su campaña, Giorgia Meloni hizo gala de un discurso ultraconservador y antisistema.
Aunque moderado luego de la victoria (con la intención de tranquilizar a los mercados, las empresas y a los socios de Italia en Europa y América), ese tono se mantiene presente.
La idea es la de revestir a la lideresa con un halo de coherencia, que la haga lucir distinta y distante a los políticos que la precedieron.
Se trata no sólo de una estrategia de mercadotecnia, dirigida a crear un clima de opinión favorable a la primera ministra. La continuidad discursiva también permite reivindicar principios propios de los movimientos de derecha.
Entre tales doctrinas se encuentran el nacionalismo o el rechazo a la ideología de género. Con respecto a este último particular, Meloni ha sido tajante.
Desde su ascenso al poder, la dirigente ha exigido que se le denomine como “el presidente del Consejo de Ministros”.
Pese a que “presidente” y “presidenta” son palabras legítimas dentro del italiano, la escogencia del masculino indica que, desde el Gobierno, Meloni y compañía harán la guerra al lenguaje inclusivo.
La decisión, objetada por académicos, medios de comunicación y miembros de la oposición, también evidencia una pretensión que la nueva gobernante no se afana en ocultar.
Con desparpajo, Giorgia Meloni ha afirmado que la estabilidad de Italia pasa por un cambio en su régimen político. En tal sentido, la mujer sugiere moverse del actual sistema parlamentario hacia uno de corte presidencialista.
El cambio requeriría una reforma de la Constitución vigente desde 1947. La enmienda obligaría a corregir el Título II de la Carta Magna en vigor.
En la actualidad, el apartado establece que el presidente de Italia debe ser escogido por el Parlamento, para un mandato de siete años. También señala que es el presidente quien ostenta “el mando superior de las Fuerzas Armadas” y el título de “Jefe del Estado”.
A juicio de Meloni, los futuros ocupantes de la Presidencia deberían ser elegidos de forma directa, en elecciones de primer grado. Del mismo modo, los futuros presidentes deberían contar con más poderes que los que atribuye, hoy en día, el texto constitucional.
Como era de esperarse, la iniciativa ha levantado ampollas. No pocos temen que, de concretarse, la modificación lleve a Italia hacia un autoritarismo ultraconservador o, peor aún, hacia un totalitarismo de tendencia fascista.
El miedo es legítimo. En su pasado reciente, Europa atestiguó cómo Turquía, con Recep Tayyip Erdoğan a la cabeza, se convirtió en un Estado presidencialista, gracias al referendo constitucional de 2017.
También en la memoria europea está el recuerdo vivo de Adolf Hittler, Francisco Franco y Benito Mussolini, los tres grandes exponentes del fascismo de derecha en el viejo continente.