Tiziana Polesel: la combinación perfecta entre la cultura italiana y la venezolana
Nació en Venezuela, pero sus raíces italianas son un hilo que conecta la tierra de sus padres directo con su crianza. De hecho, el idioma italiano fue su primera lengua y el español lo aprendió en las aulas. Tiziana Polesel es conocida por ser empresaria, profesora, gremialista y actual presidenta de Consecomercio, pero lo que muy pocos saben es que su primer trabajo fue a los 16 años con el objetivo de poder costearse un reloj.
Según relató en entrevista exclusiva para La Nuova Piazza Italia, tuvieron que darle un permiso para iniciar en el mundo laboral trabajando con su padre en la empresa familiar de venta de repuestos para camiones. De esa forma, pudo entrar a la nómina y, gracias al italiano que aprendió en casa con su madre, se acercó mucho más a la comunidad italiana.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar con solo 16 años y qué hacía en la empresa de su padre?
Comencé contestando el teléfono, hacía café, estuve en caja y así fui rotando por todos los cargos habidos y por haber en la empresa. Por un tiempo me encargué del Télex, un aparato similar a una red telefónica, que luego fue sustituido por el fax. Yo debía pasar los mensajes, pero ahora que lo estoy pensando mientras conversamos yo tenía un cargo al principio que era muy particular y era el de hacer llamadas.
La telefonía era tan mala en aquella época que para tu lograr el tono, tenías que tomar la línea y quedarte un rato, a veces hasta 20 minutos esperando tono, entonces había una persona que hacía las llamadas en las empresas. Si cada quien se ponía a hacerlo perdía mucho tiempo, porque el tono no caía con facilidad, entonces había un cargo que era recepcionista.
¿Le ayudó hablar italiano?
Yo era la única que hablaba italiano en la empresa, aparte de mi papá. Entonces cuando había que atender alguna llamada con los proveedores italianos, pues yo era la que lo hacía.
Hace más de 40 años la mayoría de los transportes eran de italianos. El transporte pesado era una actividad fundamentalmente del italiano y en segundo lugar había portugueses. Pero digamos que el grueso era de italianos, entonces por supuesto había una cercanía, una afinidad y yo, digamos, me acerqué mucho más a lo que era la comunidad italiana.
¿Cómo aprendió el idioma?
Yo no estudié en un colegio italiano. Estuve en un colegio más bien francés, entonces no tuve esa educación. Alguien le dijo a mi mamá –y es algo que siempre agradeceré –, que primero tenía que enseñarme hablar italiano y que luego el español yo lo iba aprender en la escuela.
Entonces eso fue muy bueno, porque por supuesto te queda. Cuando es la primera lengua que te enseñan a hablar, pues es la que más se más se afianza. Pero cuando te toca trabajar es que te das cuenta que no es suficiente solo con hablarla y en aquella época, cuando yo empecé a trabajar en la empresa, me tocaba escribir cartas comerciales en italiano y fue cuando me di cuenta que no era igual hablarlo que escribirlo.
¿Qué la impulsó a comenzar a trabajar tan joven?
El interés por trabajar realmente empezó a los 16 años y el impulso fue un reloj, esa es la verdad. Yo lo quería; era un poco lujoso para la época y la respuesta de mi mamá fue: “el reloj que tú tienes da la hora. Si quieres un reloj lujoso, vas a tener que trabajar”.
En ese entonces mi mamá me dijo que estaba la empresa de mi papá y yo quería tanto ese reloj que por supuesto salía del colegio y me iba a trabajar en la tarde. El colegio terminaba a la una de la tarde y en ese entonces en las oficinas se trabajaba de ocho de la mañana a doce y de dos a seis de la tarde.
“Hay que echar raíces en la tierra que lo acogió”
Para la familia Polesel lo más importante es aprender a echar raíces en el país al que se emigra y siempre sentirse orgulloso de sus orígenes. Venezolana de nacimiento, Tiziana creció en un hogar en el que las costumbres estaban mezcladas, pero con un arraigo particular en las italianas.
Ciertas costumbres, comidas y ciertos rituales marcan la diferencia. Polesel nos contó que su mamá siempre trataba de que viajaran por lo menos una vez cada dos años a Italia, con la idea de visitar a la familia y de mantener ese contacto que aquí no se tenía, porque eran muy pocos.
“Nosotros éramos apenas mi mamá y el hermano de mi mamá, o sea, yo aquí en Venezuela tenía a un tío y una tía el resto de la familia estaba afuera y mamá siempre hacía énfasis en mantenernos, digamos cerca de esas raíces”, dijo.
Los viajes son un recuerdo imborrable en su memoria, porque su mamá se tomaba la tarea de siempre tener una agenda que no solo incluyera diversión, sino que tuviera mucho componente cultural.
“Ella preparaba los viajes con dos meses de anticipación, nos decía todo lo que íbamos a visitar. Siempre nos llevaba a sitios diferentes de Italia para justamente buscar eso, pero tanto mi mamá como mi papá, la verdad que se sentían finalmente muy venezolanos, pero nunca abandonando los orígenes y tratando de que no perdiéramos el idioma”, expresó.
Polesel confesó que siempre se ha sentido la más venezolana de la familia, porque su papá era muy del criterio de que el inmigrante tenía que echar raíces en esa tierra que lo acogía, porque si no, al
final no era ni de una ni de otra. Recuerda que su papá siempre fue enfático en decir que el italiano que viene a Venezuela hace vida en Venezuela.
“Mi papá tenía un poco ese pensamiento y lo transmitió a nosotros. De hecho, mi papá siempre se ha definido como un venezolano nacido en Italia. Él se considera venezolano que quiere mucho este país y siempre nos inculcó eso”, señaló.
Navidades italianas, pero año nuevo venezolano
Los viajes a Italia nunca fueron en época navideña por el invierno, sin embargo, Tiziana Polesel recordó que hubo un año en el que se empeñaron en pasarlas en Italia y fue entonces en que se dio cuenta de la gran diferencia que había.
“La noche de Navidad italiana es todo al revés de lo que es la venezolana. La gente temprano hace vigilia, no comen carne el 24 de diciembre, pero luego el 25 están digamos prácticamente todo el día comiendo, o sea, es exactamente al revés de cómo es aquí y eso a mí me impresionó mucho”.
Confesó que después de esa Navidad que pasó en suelo italiano le gustan mucho más que las venezolanas. Pero si de despedir el año viejo se trata el venezolano sale ganando. Señaló que en Venezuela es mucho más divertido, “es otra cosa”.
La comida es otro punto importante que diferencian ambas culturas. “Yo no concibo una navidad sin el panettone o sea, puede faltar cualquier cosa, pero para mí es primordial”, dijo.
Sentarse en la mesa y tener una comida juntos al día toda la familia es otro hábito que recuerda con cariño, Polesel señaló que en un principio lo tomaba como algo normal, pero luego se dio cuenta que el hábito variaba dependiendo de la familia incluso en las venezolanas.
“No es tan frecuente porque la gente hace vidas diferentes, pero en mi casa siempre hubo el énfasis de que una de las dos comidas tenía que ser los cinco juntos y me di cuenta que de alguna manera venía de la rama de mi mamá”.
Otra festividad de importancia para Tiziana Polesel es el Domingo de Resurrección o Domingo de Pascua. Destacó que en Italia es una fiesta muy importante porque “lo primero que uno hace al levantarse es dar la Buona Pasqua, a mí me cuesta trabajo decirlo en español porque para mí siempre lo he dicho en italiano”.
Una costumbre que ha tratado de mantener por parte de su familia materna es una especie de pan entre dulce y salado que hacen en Civitavecchia, una ciudad italiana cercana a Roma y de donde es su familia materna. “Yo le hice esa promesa a mi mamá de que yo iba hacer lo posible para mantener esa tradición y lo he hecho. En la pascua lo hago o dirijo su preparación. No es nada fácil hacer ese pan, porque exige unos términos de levadura un poquito complicados, pero eso me conecta con esa parte de mi familia”, concluyó.
Tiziana Polesel en preguntas rápidas
¿Se considera una buena cocinera?
Lamentablemente no, no es porque no me guste sino porque la verdad el trabajo no me deja.
¿Quién de su familia cocina mejor?
Felizmente mis hermanos tienen muy buena mano para la comida, mi hermano hace cosas más estrafalarias.
¿Cuál es su plato italiano favorito?
Me gusta todo la verdad, pero tengo cierta debilidad por el tortellini de auyama con un poquito de mantequilla arriba y listo.
¿Cuál es su plato favorito venezolano?
Muero por un buen pabellón, la verdad que a mi esa combinación me parece única, es tremendo plato. Otro que me gusta mucho es el asado negro, me parece que es un plato espectacular.
¿Cuál es el consejo o enseñanza más valioso que sus padres inculcaron en usted?
El valor de la responsabilidad y dedicar tiempo en cosas que van en beneficio de la sociedad y que generarán cambios.
¿Cuál de sus padres fue el más estricto?
Papá era el estricto en el trabajo y no lo era en la casa él daba los permisos. En cambio, mi mamá era la que imponía la disciplina y eso fue lo que más nos inculcó la disciplina en hacer las cosas bien.
¿La castigaron alguna vez?
Me dieron el castigo más horrendo de cuando uno era niño y fue no poder ver televisión y fue porque dije una mentita.
¿Algún recuerdo bonito que compartir?
Mi mamá no le gustaba que nos disfrazáramos y mi tía era la alcahueta número uno, porque ella me hacía los disfraces o los heredaba de mi prima. Siempre nos llevaba a pasear, entonces el carnaval para mí era lo máximo.
¿Algo que no le gustaba de niña?
Odiaba las piñatas, en mi cabeza no concebía caerles a palos a una figura que además a uno le gustaba, para mí eso nunca tuvo lógica.
¿Dos cosas que podría llevarme de la cultura italiana?
Primero la pasión por el diseño italiano, es algo que ha dejado huella en el mundo. Su diseño, su arquitectura, el arte en general, la concepción de la belleza y el culto a lo hermoso a las cosas bien hechas.
Y por supuesto la gastronomía de Italia en el mundo. En el caso de Venezuela una migración que le aportó mucho al país, empresas de todo tipo, los italianos han dejado mucho en Venezuela, pero es que Venezuela también le ha dado a Italia.
Es una relación muy bonita, muy hermosa